martes, mayo 03, 2011

El Escribir

Quiero escribir. Escribo. Tengo un blog.
A veces simplemente quiero recordar el olor de la punta del lápiz mina amarillo del colegio, una especie de aroma a pino, pintura y mano. Todos lo recordamos. Incluso sabemos el sabor de la punta y de la goma.
Voy a escribir porque me gusta, porque me creo el cuento, porque me gusta decir que escribo y que tengo un blog.
No es tan fácil.
Se debe superar esa angustia de no saber qué mierda escribir. Se debe superar esa rabia por andar hablando de que uno escribe sin escribir.
La poesía y los poemas.
Para mí la diferencia es bastante simple.
El poema es un vehículo que debe provocar, puede ser un Porsche o puede ser una micro, el vehículo simplemente es un vehículo que debe producir; producir un cambio, un hervidero de mierda rica, un no salir de una imagen, el quedarte pegado, en buena o en mala.
El poema es un vehículo.
La poesía es el efecto.
Jacqueline Mistral se puso una compañera de curso porque la profesora le dijo que se pusiera un pseudónimo. Ese es otro asunto. Juan Pablo Neruda.
No va por ahí la poesía, ni menos el vehículo.
El poema es nuestro propio vehículo para mostrar aquello que nos diferencia y nos une como seres humanos con la naturaleza pero además nos trasciende.
Pero la búsqueda de la poesía está en el efecto.
Si le mandas un poema a una mujer y esta sale corriendo, hubo un efecto. Quizá contrario, pero de que hubo efecto, lo hubo.
Aristóteles con la tecné poetiké, y Quevedo con su audacia, nos llevan a una poesía que trasciende, pero no como objeto universal cultural, sino como consecuencia de un diario vivir como hombre o mujeres.
Doris Lessing utiliza sus novelas para expresar sus ideas. Los hombres la prejuician, pero hay hombres que contemplan el otro canal en el cual las mujeres surgen, giran, vibran, construyen y deambulan.
Thomas Mann con la Montaña Mágica también te produce.
Óscar Hahn, Picasso, Manet, BBKing.
Al crear una historia están creando una provocación.
Dichosos aquellos cuya provocación sus frutos caen en sus redes.
Vuelvo a la biología. Maturana dice que en el amor existe el otro como un legítimo otro. Cada vez que abro la puerta, saludo a un desconocido, me angustio por el llanto de un niño ajeno, me complico porque veo a un niño sin ser capaz de subirse a una bicicleta, o en el anochecer observo al chico que vende periódicos, faltándole uno o dos para terminar, eso es reconocer al otro como un legítimo otro.
Entonces puedo un poco comprender que si escribo un texto, sea poema, relato o lo que sea, estoy buscando provocar a alquien, quizá yo mismo o un cercano, o el universo de los problemas que aún no comprendo o no puedo solucionar.
Ojo con eso.
He buscado personalmente el provocar. Que con mi 50 por ciento de dominio, pueda un poco dirigir el otro 50 por ciento a mi objetivo.
Podría decir que a veces se me escapan las presas, o que el escopetazo fue muy arriba -léase darle margaritas a los chanchos-.
No me doy cuenta, pero una amiga sí se daba cuenta y me lo compartió.
Al escribir ponemos al aire una parte de nosotros. Nos desnudamos con un fin, personal, pero nos desnudamos.
A veces el desnudo es maravilloso, a veces el desnudo busca provocar, y a veces el desnudo busca ser abrazados, aceptados.
Eso.

El Botón de Loca

Toda mujer tiene un botón de loca. El botón puede ser minúsculo, como un diamante en su hermoso anillo de compromiso o una pequeña esmeralda en su aro. Puede ser un botón gigante, como si fuera un robot y en su espalda, sí, gigante, lo tuviera adosado como parte de su integridad. Sin embargo, el botón de loca lo tiene.
Quizá ella no lo sepa, quizá ella no tenga conciencia que las féminas los tienen, o quizá sabiéndolo, no lo quiere apretar.
Sin embargo, hay algunas que no lo ignoran y ante cualquier interacción con un hombre, simplemente lo activan.
No es que lo activen cuando ven a un hombre, no. Tampoco es que lo activen porque los odien o los deseen, no.
Simplemente lo activan cuando algo no está bien frente a un hombre.
Un insignificante detalle sobre el zapato que la mujer se está poniendo, luego de tener un fogoso encuentro sensual, puede activar el botón de loca. Por ejemplo, que la hebilla o la cinta es un poco gruesa. La activación del botón de loca es absoluto.
Puede ser que ella esté en un estado de ternura y fogosidad luego de una serie de exquisitos besos, pero basta que le digas qué opina sobre el compartir los gastos de la cena para que el botón brille y desee infinitamente ser tocado. El botón de loca se activa.
A veces, en un estado posterior al primer polvo satisfactorio, estando en el segundo, ella puede decir Qué rico, y uno puede exclamar Sí. Luego de ello, ella te mira desentusiasmada y te larga Sólo Sí? En ese momento activa su botón de loca y tú lo único que quieres es que el motor encienda en esa noche fría, correr la cortina del motel y tomar cualquiera de esas avenidas anchas para posar a la niña en su hogar o morada.
El botón de loca existe, es real.
Ningún hombre sabe este misterio odioso. Nadie en su puta conciencia está esperando que las minas apreten el botón de loca, menos estando a medio desvestir o tirando como Dios y el diablo mandan. Nadie, pero ocurre.
Puede que vaya al baño, piense un momento, y vuelva y te haga una pregunta sutil y atómica como Me Quieres?
Quizá lo mejor sea el abrazo, un abrazo tierno y desvirgado, sin condición sexual alguna. Pero ojo, el botón están siendo acariciado, la superficie del dedo cordial o del índice están ahí, listos para incrustarse en el desdichado botón.
Así que no importa que tu humanidad referida disminuya, porque ese no es el asunto. Y no importa que el abrazo o la dulce caricia la hagan sonreír.
Hay algo más.
Cómo podemos hacer que el botón de loca no sea presionado?
Respuesta. No hay tal.
Ella es dueña y señora del botón.
Si bien, uno como hombre puede provocar que la mujer apriete el botón una y otra vez, eso no es garantía de que ella lo apriete sola.
Eso nos mata. Podemos tener una rica cena, su baile, incluso su mirador con un vino rico y nada pasando. Y cuando la estamos llevando a su casa, hogar o morada, ella, si bien alegre y homenajeada, puede apretar el botón de loca.
Entre ellas, cuando se reúnen, entrenan para apretar el botón de loca sin que los hombres siquiera sepan que lo anda rosando mientras nosotros estamos soñando en el amor.
Se juntan, hablan, gritan, se ríen a carcajadas; hablan de lo uno y lo otro, de que es rico el sexo oral, de que es rico ser estimulada, pero siempre aparece la tontera.
Ah no! Si este me viene con el cuento del chico, la armo.
A veces conoces a una mujer y te enamoras y ella también. Pasan tiempo juntos. Disfrutan, disfrutan rico, pero en algún momento, el botón se activa.
Ojo, no se activa solo.
No es como en los hombres que nos da la tontera e incluso la mina se da cuenta que andamos con la weá. No.
Muchas veces ocurre que las minas, estando felices, activan el botón de loca porque sí.
Esto ocurre porque las minas, siendo lo perfectas y evolucionadas que son, son locas.
Son sistemas nucleareas de alta complejidad que se mantienen en equilibrio, pero son sistemas que tienden a la entropía, es decir, al desorden.
Cuántas locas van a una despedida de soltera y se sueltan que llega a dar miedo.
Por qué? Porque las minas son locas.
Se parecen a los hombres, pero son una especie más evolucionada.
Nosotros los hombres somos como los delfines, medios tontos, amiguitos, bailamos, damos vueltas. Las minas no. Ellas son como tiburonas en celo. Se hacen las huevonas y pueden estar como los astronautas más de un año o 200 días haciéndose las huevonas, pero al final, ¿qué creen que pasa?
Apretan su botón de loca.
Aprendan los giles. Las pendejas, las de 25, las maduras de 30, las enrolladas de 40, la ricas y seguras de 40. Todas, en algún momento, aprietan su botón de loca.
Anexo: La cartera.
Si estás con una dama compartiendo y todo va bien, incluso hay mucho humor -cosa que a ellas les encanta- y crees que ella podría ser tu otra mitad o simplemente quieres llevar el asunto a otro nivel, pídele que busque algo en su cartera, que te muestre el llavero, un espejo para sacar una pestaña del ojo, o cualquier otra cosa.
En ese momento observa. Observa, huevón!
Porque si mira la cartera como si fuera un pollo o un gallina buscando maíz con el cuello crispado y los ojos desorbitados -aunque dure una fracción de segundo- ten por seguro que ella es de las que aprieta de vez en cuando el botón de loca.
Eso.


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